Cuando la Maternidad Entra en la Escuela de Moda
- Anabella Bergero
- hace 6 días
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Actualizado: hace 5 días
Una reflexión sobre las historias que quedaron fuera del programa
Todo comenzó con un ejercicio en clase. Les pedí a mis estudiantes que se presentaran y compartieran qué las había traído al mundo de la moda. No esperaba que tantas mencionaran a sus madres. "Mi mamá me enseñó a coser", dijo una. "Solía jugar con la ropa de mi mamá", dijo otra. El patrón era claro: no era Vogue ni la Semana de la Moda lo que las había inspirado, sino sus madres.
Barbara Maza, una de mis alumnas, estuvo callada ese día. Pero después me dijo: "Me di cuenta de que todas hablaban de sus mamás, y me dio curiosidad. ¿Por qué nuestras madres son una referencia tan profunda?" Esa pregunta fue la chispa para un proyecto de investigación de un año sobre la maternidad, los medios y la moda.

Aunque la animé a seguir ese camino, sentía que estábamos entrando en terreno prohibido. En más de una década dentro del mundo de la moda, nunca había visto una conversación seria sobre la maternidad. Poco después, me llamaron a la oficina de la directora. "¿Por qué estás aquí?", me preguntó. "¿Por qué no estás en algún lugar siendo madre?" Me quedé paralizada, como si hubiera roto una regla no escrita. Sus palabras decían más que un juicio personal. Reflejaban una creencia profunda: que la maternidad no pertenece al aula, al estudio, ni al programa académico. Incluso en un espacio dedicado a vestir cuerpos de mujeres, no había lugar para hablar de aquellas que gestan y alimentan vida.

Al mismo tiempo, la maternidad llegó a mi vida. Mi hermana menor dio a luz. Me convertí en tía. La investigación de Barbara me encontró en un umbral. Lo que antes parecía distante, ahora estaba a la vuelta de la esquina.
Los Orígenes de Todo

La historia de origen de Barbara no es solo académica. Ella nació contra todo pronóstico. Su madre, después de perder un hijo, sufrir múltiples abortos espontáneos y someterse a cirugías, fue informada de que nunca podría volver a tener hijos. Entonces tuvo un sueño con la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, que se le apareció en un jardín, rodeada por un arcoíris, susurrándole: "Vas a ser madre". Días después, descubrió que estaba embarazada de Barbara. Es esa historia, parte mito y parte milagro, la que marcó el inicio de la exploración de Barbara. Y es esa intimidad, entre lo personal, lo espiritual y lo científico, lo que el tema de la maternidad exige.
"Casi no hay información sobre la maternidad en la moda", me dijo Barbara en nuestras primeras conversaciones. Y tiene razón. Aparte de algunos trabajos como Fashion and Motherhood: Image, Material, Identity de Laura Snelgrove y M&others: Fashion and Motherhood de Karolien De Clippel y Karen Geysels, la bibliografía es sorprendentemente escasa.
En una industria mayormente estudiada y consumida por mujeres, la moda ha sido sorprendentemente silenciosa sobre las realidades de la maternidad. Hacemos espacio para el sexo, el glamour, la muerte, incluso la decadencia. Pero no para el embarazo. No para el cuerpo estirado, el cuerpo cosido, el cuerpo que amamanta, el cuerpo que crea.
¿Dónde está ella?
De la Antigüedad a la Era Victoriana
"Nuestro viaje en esta investigación comienza mucho antes de la pasarela", explica Barbara. La Venus de Willendorf, una figura de piedra caliza de hace 30,000 años con pechos y vientre exagerados, es una de las primeras representaciones conocidas del cuerpo femenino embarazado. Sin nombre, sin rostro. Solo cuerpo: redondo, fértil, origen.
En muchas civilizaciones antiguas, el cuerpo femenino era sagrado. Diosas como Isis, Inanna, Deméter y Pachamama representaban el poder creativo de la naturaleza. La mujer no solo era madre, era cosmos.
Con el cristianismo, esta reverencia no desapareció, sino que se transformó. La Virgen María se convirtió en la figura materna central de la teología occidental: pura, protectora, elegida. Su sexualidad fue borrada, pero su maternidad fue exaltada. Se construyeron catedrales en su honor. Su imagen decoraba altares y hogares. En María, la maternidad adquiría un peso divino.
Pero esa prominencia se desvaneció. La Reforma protestante rechazó la devoción mariana, retirándola de las iglesias y rompiendo el vínculo entre lo sagrado y lo materno. La figura materna, antes pública y venerada, fue relegada al ámbito privado.

La Ilustración y la Revolución Francesa aceleraron esta desaparición. El misterio dio paso a la razón. La mujer, símbolo de los ciclos de la tierra, fue redefinida por expectativas cívicas. La reproducción se convirtió en un deber. El cuerpo, en un territorio a controlar.

Para la era victoriana, el embarazo había desaparecido de la vista. Los corsés de maternidad aplanaban el vientre. La modestia se convirtió en ley. "El embarazo era prueba de sexo", explica Barbara, "y el sexo no debía verse ni mencionarse". El cuerpo materno, antes esculpido en piedra y pintado en oro, ahora estaba cubierto de vergüenza.
La doctrina religiosa reforzó ese silencio. El protestantismo ya había borrado a la Virgen del altar. La moral victoriana completó la tarea con normas rígidas de feminidad. La imagen de la madre no solo fue ocultada. Fue borrada.
El Dilema Moderno


En 1952, el público estadounidense fue testigo de algo revolucionario: el embarazo de Lucille Ball fue incorporado en su personaje de I Love Lucy. Sin embargo, incluso cuando su vientre crecía, ella y su esposo en pantalla dormían en camas separadas. La palabra "embarazada" ni siquiera estaba permitida al aire. La maternidad era visible, pero apenas.
Ocho años después, se introduce la píldora anticonceptiva. De repente, el sexo se desvincula de la reproducción. Una ola de libertad sexual se expande, pero el cuerpo materno sigue ausente. Si acaso, se vuelve fuente de ansiedad: algo a postergar, suprimir, congelar.
Este contraste entre la tímida visibilidad del embarazo en la televisión de mediados de siglo y la emancipación ferviente prometida por la píldora dice mucho. Primero, el embarazo fue ocultado bajo la decencia. Luego, bajo el progreso.

Con el auge del feminismo de segunda ola en los años 60 y 70, muchas mujeres rechazaron los roles de género tradicionales, y con ellos, la expectativa cultural de la maternidad. Textos influyentes como The Dialectic of Sex de Shulamith Firestone argumentaban que la maternidad era una forma de opresión, un destino biológico que ataba a las mujeres al hogar. En ese marco, la maternidad se convirtió en símbolo del patriarcado, una realidad de la que había que escapar más que abrazar.
"¿En ambos casos", le pregunté a Barbara, "no se estaba borrando igual el embarazo? Primero como vergüenza, luego como inconveniente?"
Y sin embargo, no todas las fuerzas culturales se movieron en la misma dirección. Paralelamente a la crítica feminista, los movimientos contraculturales de los años 60 y 70, especialmente el movimiento hippie, comenzaron a reclamar el embarazo desde otra perspectiva. La ética del retorno a la naturaleza valoraba el cuerpo, la tierra y los ritmos cíclicos. Los partos en casa, la partería y la maternidad natural ganaron fuerza como alternativa al enfoque institucionalizado y clínico del parto.

El embarazo, alguna vez un asunto privado o vergonzoso, comenzó a ser reimaginado como un acto espiritual, incluso político. Lentamente, volvió al ojo público, no a través de políticas o libros de texto, sino mediante la cultura pop. Las celebridades, antes presionadas a ocultar sus embarazos, empezaron a mostrarlos con orgullo. Los medios comenzaron a representar a mujeres embarazadas no solo como futuras madres, sino como íconos en sí mismas. Estas primeras apariciones sembraron las bases para un futuro en el que el cuerpo embarazado podría ser visto.
Pero como Barbara exploraría más adelante, la visibilidad no siempre equivale a representación.
De Ícono a Invisible: La Maternidad en los Medios y la Moda

La moda siguió la corriente. O quizás nunca lideró. Aunque la industria evolucionó para abrazar la androginia, la sensualidad y la rebeldía, rara vez integró el embarazo a su vocabulario. Algunas excepciones se destacan, sobre todo la portada de Demi Moore en Vanity Fair en 1991: desnuda y gloriosamente embarazada.
Fue icónica y polémica. Algunos vieron poder. Otros, obscenidad. Pero incluso esa imagen fue curada, retocada y elevada a objeto de artificio.
Barbara realizó una búsqueda minuciosa en los archivos de revistas de moda, rastreando cuándo y cómo aparecían el embarazo o la maternidad en las portadas. Encontró algunos indicios en editoriales, un puñado de sesiones de maternidad glamorosas. “Mostramos la panza”, me dijo. “Pero no lo que ha atravesado.” No las lágrimas, los puntos, la leche, el duelo.
No la transformación.

Maternidad: Una Representación Cruda
Incluso hoy, la moda para embarazadas sigue siendo limitada. Irene, una de las mujeres entrevistadas por Barbara, reflexionó: “Ojalá las marcas que ya me gustaban tuvieran líneas de maternidad. No quería empezar de cero, solo adaptar lo que ya usaba a mi nuevo cuerpo”. Aracelli compartió lo difícil que fue encontrar ropa que la hiciera sentir bella como madre adolescente: “Todo era infantil o de señora. Solo quería sentirme yo misma”. Daniela, después de tener tres hijos, confesó: “Me rendí. Usaba las camisas de mi esposo. No quería gastar en ropa que no se sentía como mía”.
El estilo pasa a segundo plano cuando están en juego la comodidad y la dignidad. Y detrás de cada elección de vestuario había una historia de identidades en transición, recursos limitados y necesidades no reconocidas.

Lo que estas mujeres querían no era simplemente ropa de maternidad con estilo. Querían ser vistas. Querían que la industria reconociera que el embarazo no es una interrupción del estilo, sino parte de la narrativa corporal en evolución que la moda debería vestir, no ignorar.
Para cuestionar este vacío, Barbara creó su propio archivo. Para su proyecto, fotografió madres e hijas, emparejando sus retratos con relatos manuscritos sobre el embarazo, el parto y el nacimiento. No eran sesiones de moda. Eran testimonios. Texto y cuerpo, juntos.
En esas historias, las mujeres hablaron de alegría y trauma, de cirugías y sorpresas, de amamantar mientras trabajaban o migraban. Compartieron cómo el embarazo alteró su estilo, su cuerpo, su imagen personal. Algunas encontraron poder en la ropa de maternidad. Otras se sintieron borradas por ella.
Al leerlas, no podía dejar de pensar: vestimos cuerpos de mujeres. Pero ¿alguna vez nos preguntamos qué historias estamos vistiendo?
El Estado Actual: Desconexión y Mercantilización

Somos la generación con menos hijos en la historia. Las tasas de fertilidad han caído. Las carreras se extienden hasta bien entrada la mediana edad. Los óvulos se congelan “por si acaso”. La maternidad se ha desvinculado de la mujer. Ahora, nos dicen, cualquiera puede quedar embarazada. El lenguaje de la reproducción está cambiando, y con él, su significado.
Mientras tanto, la industria de la fertilidad florece. Se venden pruebas de ovulación, terapias hormonales y embriones diseñados a diario. Optimizamos cuerpos, pero no los apoyamos. “Incluso puedes elegir el color de ojos del bebé”, dice Barbara. “Pero no enseñamos a las niñas cómo amamantar”.
El embarazo se ha convertido en un mercado de enfoque limitado. Las redes sociales están llenas de promociones para congelar óvulos y hacerse pruebas hormonales. Las ofertas inundan nuestros feeds. ¿Pero dónde están las campañas para círculos de lactancia, talleres postparto o acompañamiento con doulas? “¿Por qué invertimos tanto en tecnología de fertilidad,” reflexiona Barbara, “y tan poco en la realidad vivida de la maternidad?”
Estas tensiones se amplifican con el clima político actual. Algunos gobiernos están reinstaurando definiciones binarias de género. En internet, la tendencia #tradwife llama a las mujeres a volver al rol doméstico. En Estados Unidos, el gobierno propuso un cheque de $5,000 para fomentar los nacimientos ante la caída de las tasas.
La maternidad ahora se encuentra en la intersección de la ideología y la economía. Pero entre tanto debate, hay algo que sigue faltando: apoyo real. Una infraestructura que trate a la maternidad no como una crisis o una carga, sino como una etapa esencial y valiosa de la vida.
¿Por qué hemos desvalorizado tanto el embarazo que lo postergamos hasta que el reloj biológico grita? ¿Por qué enfocamos tanto en preservar la fertilidad y tan poco en preparar a las mujeres para la maternidad con dignidad y cuidado?
¿El resultado? Después de haber sido moldeadas por la cultura del girlboss durante la juventud y gran parte de sus veintes, muchas mujeres se encuentran ahora en sus treinta o cuarenta con una realización silenciosa.
¿Qué ahora? El reloj que silenciamos ha empezado a susurrar de nuevo. La ambición que nos enseñaron a perseguir dejó poco espacio para preguntarnos qué más podríamos querer. La maternidad nunca fue parte del guion.
Maternidad: Un Regreso al Origen
Lo que el proyecto de Barbara dejó claro para mí fue esto: no hemos diseñado una cultura que honre la maternidad. La hemos mercantilizado, romantizado, reprimido, externalizado, pero no sostenido. No de verdad.
Mientras Barbara presentaba su proyecto final, haciéndonos llorar a varias, otra estudiante no pudo contenerse: “Yo asistí un parto”, dijo. La miré incrédula. Nos contó cómo, antes de entrar a la escuela de moda, había estudiado para ser enfermera. En una de sus prácticas, le pidieron cuidar a una mujer embarazada mientras llegaba el médico. Pero el médico se retrasó, y la mujer entró en trabajo de parto. La única persona presente para recibir al bebé fue ella. Aunque nunca lo había hecho, ayudó a la mujer a dar a luz, sosteniendo al bebé con sus propias manos y presenciando el milagro de la vida desplegarse ante sus ojos.

Todas venimos de una mujer. De sangre, de estrías, de instinto. De amor, de pérdida y de trabajo de parto. No es metáfora. Es verdad.
Tal vez la tarea hoy no sea volver la maternidad “cool” o más visible. Tal vez la tarea sea hacerla real. Devolverla a la moda, no como tendencia, sino como verdad.
Este ensayo es solo el comienzo. Que sea el primer hilo de una nueva conversación, un nuevo currículo, una nueva colección. Tal vez la moda aún no tenga espacio para las madres reales. Pero nosotras sí.
Feliz Día de la Madre, para quienes maternan y para quienes aún están decidiendo qué significa eso.
—Anabella Bergero
Muy interesante y claro, me retumbo mucho la última oración! Con ganas de seguir leyendo más sobre este tema !!!